¿Cómo ven los perros a los humanos?

La ciencia ha demostrado que las células fotosensibles de los ojos de los perros, llamadas conos, son sensibles a los colores ^[1]. No obstante, nuestros perros no pueden percibir una variedad de colores tan amplia como nosotros. Ello se debe a que la estructura del ojo humano comprende unos 150 conos, mientras que la del ojo perruno consta de 40 conos.

En consecuencia, la visión de los perros es dicromática y la de las personas es tricromática. En términos más sencillos, ello significa que nuestros ojos son sensibles a los colores azul, rojo y verde. Además, somos capaces de diferenciar unas 100 gradaciones distintas de estos colores y nuestro cerebro puede combinarlas de forma exponencial. A su vez, los perros pueden distinguir los colores amarillo, azul y gris, pero no el rojo, el verde, el naranja o el rosa, por ejemplo.

Así pues, los perros no ven a los humanos en blanco y negro, pero tampoco pueden distinguir todos los colores que están presentes en nuestro cuerpo (por ejemplo, el rosa de nuestra lengua) o en las vestimentas y accesorios que solemos utilizar. Si quieres profundizar en este tema, te recomendamos la siguiente lectura: “¿Los perros ven en color?”

La forma en cómo nos ven los perros a los humanos no depende sólo de la agudeza visual, sino también de sus demás sentidos y, principalmente, de cómo su cerebro procesa los estímulos captados por estas vías. Sabemos que el olfato y la audición son los sentidos primarios y más desarrollados en la especie canina. Ambos aportan mucha más información a los perros sobre nosotros que solamente la visión. Es por ello, por ejemplo, que tu perro sabe cuándo vas a llegar a casa sin la necesidad de verte, porque es capaz de identificar tu olor y de oír tu voz a varios metros de distancia.

Veamos más detenidamente qué factores influyen en cómo nos ven los perros:

• Sentidos. Enfocándonos en la visión, una interesante investigación realizada en la Universidad Nacional de México (UNAM)^[2] ha revelado que los perros son capaces de procesar estímulos visuales complejos, como los rasgos de diferentes rostros. Ello indicaría que el cerebro de los perros, y en especial el lóbulo temporal, es anatómica y funcionalmente muy parecido al de los humanos. Además, se observó que la actividad cerebral incrementaba cuando los perros veían fotografías de personas, en comparación con las de objetos. Ello pone en evidencia que, aun cuando no existe una interacción directa, el cerebro perruno dispara una serie de emociones ante la percepción visual de un rostro humano. Por ende, el vínculo único que se ha establecido entre humano y perro no está intermediado solo por el olfato y la audición (como se solía creer), sino también por la visión.
• Lenguaje corporal. La forma en cómo nos ven los perros también está influenciada por la percepción de nuestro lenguaje corporal. Ello es así porque nuestros perros captan fácilmente cualquier alteración en nuestra postura, gestos, acciones y expresiones faciales. Y, es más, un estudio publicado en la revista Learning & Behavior^[3] revela que los perros perciben, en el rostro de los humanos, las expresiones de las emociones básicas que ellos también son capaces de sentir (el miedo, la ira, la alegría, la tristeza, el disgusto y la sorpresa), y tienden a contagiarse de ellas.

Para saber más sobre la empatía emocional de los perros y su relación con los sentidos, echa un vistazo aquí: “¿Qué siente mi perro cuando lloro?”

¡No! Varios estudios han comprobado que los perros cambian su comportamiento al relacionarse con las personas. Es decir, que los perros no interactúan con los humanos de la misma manera que con sus congéneres u otros animales. Ello demuestra que son perfectamente capaces de entender que somos distintos a ellos.

También se sabe que los perros reconocen a sus tutores y pueden diferenciar a una persona de otra, empleando para ello todos sus sentidos. Por mucho tiempo, se ha atribuido esta capacidad principalmente al olfato, pero nuevas pruebas realizadas por el departamento de Etología de la Universidad Eötvös Loránd (Hungría)^[4], han revelado que nuestros perros pueden reconocernos con tan solo oír nuestra voz.

Otros estudios apuntan a que los perros responden de manera distinta a los sonidos o vocalizaciones humanas. También tienden a reaccionar en función de la emoción con la que se “contagian” a través de estos estímulos auditivos. Por ejemplo, son capaces de diferenciar el ruido del llanto y de la risa humana, y su comportamiento tiende a reflejar estas emociones.

La importancia del olfato

Respecto al olfato, sabemos que está íntimamente involucrado con la formación y el mantenimiento del vínculo de un perro con los demás integrantes de su grupo social, ya sean humanos u otros animales. También está comprobado que los perros no solo reconocen perfectamente el olor de sus tutores, sino también cualquier estímulo olfativo anómalo o inusual proveniente de procesos fisiológicos o cambios hormonales en el cuerpo humano. Ello les permite saber, por ejemplo, que una mujer está embarazada, que alguien tiene miedo o está estresado e incluso que padece de algunas enfermedades o trastornos metabólicos. Puedes leer más sobre este tema aquí: “Cosas que los perros pueden predecir”.

No obstante, un estudio publicado en Animal Cognition ^[5] ha revelado que las reacciones de los perros a estas percepciones olfativas son más positivas cuando provienen de una persona familiar. Se ha observado que, al olfatear el “olor a miedo” en extraños, los perros tendían a mostrar síntomas de estrés, mientras que desplegaban demostraciones de apoyo o consuelo cuando este olor provenía de sus humanos favoritos.

Probablemente esta es la pregunta más compleja respecto a cómo ven los perros a los humanos. Ello se debe principalmente al hecho de que, en el mundo perruno, la maternidad y la paternidad no tienen el mismo significado ni la carga emocional que nosotros, los humanos, les atribuimos históricamente.

En la naturaleza, es necesario que los cachorros se independicen de sus progenitores para asegurar la continuidad de su propia especie. Es decir, en algún momento, y más temprano que tarde, los cachorros deben aprender a valerse por sí mismos por una cuestión básica de supervivencia. Y si estuvieran en un entorno natural, a medida que se acercaran a la madurez sexual, los perros jóvenes se prepararían para abandonar su manada original y tener sus propios descendientes, formando, así, su propia manada. Ello no significa que los perros olvidan a sus progenitores, porque está comprobado que las madres y sus crías pueden reconocerse mutuamente, principalmente a través del olfato, incluso años después de haber sido separados. No obstante, la ruptura del lazo maternal es necesaria en el ciclo de vida de todos los perros y, siempre y cuando se haga en el momento indicado, no implica ningún tipo de sufrimiento para la madre y los cachorros.

Por lo tanto, no es acertado decir que los perros nos ven como manada ni como sus padres, porque estas creencias no concuerdan con la naturaleza y el comportamiento canino. Pero, indudablemente los perros nos reconocen como un referente dentro de su grupo social, con los cuales están unidos no solo por una mera cuestión de dependencia, sino también y principalmente por un vínculo emocional. Y, en el mundo perruno, ello es lo más cercano al concepto de familia que tenemos los humanos.

Si te has quedado con alguna duda sobre la forma en cómo nos ven los perros, te invitamos a descubrir el siguiente artículo: “¿Mi perro me considera su madre?”.

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